Cuidar de un gato puede parecer sencillo: se alimenta solo, se limpia, duerme mucho y no necesita paseos como los perros. Sin embargo, esta aparente independencia ha llevado a que muchos tutores cometan errores cotidianos sin darse cuenta. Detrás de hábitos mal informados o creencias populares, se esconden prácticas que pueden afectar negativamente la salud, el comportamiento y el bienestar general del gato.
En este artículo te mostraré los diez errores más frecuentes que se cometen al cuidar a un gato, por qué son perjudiciales y qué puedes hacer para corregirlos. No importa si eres tutor primerizo o llevas años conviviendo con felinos: siempre hay algo que mejorar para ofrecerles una vida más plena, saludable y feliz.
1. Creer que los gatos no necesitan atención diaria
Uno de los mitos más comunes sobre los gatos es que “se cuidan solos”. Si bien son más independientes que otros animales, los gatos también necesitan interacción social, estimulación mental y acompañamiento emocional.
Un gato ignorado o poco estimulado puede desarrollar apatía, estrés, agresividad o incluso enfermedades psicosomáticas. Además, necesitan juegos, caricias, conversación y contacto humano para mantener su equilibrio emocional.
¿Qué hacer?
- Dedica al menos 15 a 20 minutos diarios solo para él: caricias, juegos o simplemente acompañarlo en silencio.
- Habla con tu gato con tono suave y observa cómo responde a tu voz.
- Refuerza el vínculo con sesiones de cepillado, contacto visual y rutinas compartidas.
La atención constante no lo vuelve dependiente, lo hace emocionalmente estable.
2. No llevarlo al veterinario con regularidad
Muchos tutores solo llevan al gato al veterinario cuando ven síntomas graves. Sin embargo, los gatos son expertos en ocultar el dolor o el malestar, y cuando muestran señales evidentes, la enfermedad suele estar avanzada.
Evitar los chequeos regulares por miedo al transporte o por creer que el gato está “perfecto” es uno de los errores más riesgosos.
¿Qué hacer?
- Programa una consulta al menos una vez al año, incluso si está sano.
- Realiza chequeos semestrales si es mayor de 7 años.
- Mantén al día su calendario de vacunas y desparasitación.
Prevenir siempre será más efectivo —y más económico— que curar.
3. Usar arena sanitaria inadecuada o no limpiarla con frecuencia
El arenero es uno de los elementos más importantes en la vida del gato. Una bandeja sucia o con un sustrato que no le gusta puede generar rechazo, estrés o incluso problemas urinarios y digestivos.
Muchos tutores escatiman en la calidad de la arena o no la limpian con la frecuencia necesaria, y esto impacta directamente en la salud y conducta del gato.
¿Qué hacer?
- Limpia la bandeja al menos dos veces al día.
- Cambia toda la arena y lava la bandeja una vez por semana.
- Usa un sustrato sin perfume y de textura agradable para las patas.
- Ten una bandeja por gato, más una adicional si hay más de uno en casa.
Un gato satisfecho con su arenero es un gato más tranquilo, limpio y saludable.
4. Alimentarlo en exceso o con comida inapropiada
El sobrepeso es una de las condiciones más comunes en gatos domésticos, y suele estar relacionada con la sobrealimentación o con el uso de alimentos poco adecuados. También es común ofrecerle sobras de comida humana o snacks de baja calidad.
Esto puede derivar en obesidad, diabetes, enfermedades hepáticas o problemas articulares.
¿Qué hacer?
- Ofrece alimento de calidad, específico para gatos, con proteínas animales como primer ingrediente.
- Controla las porciones según su edad, peso y nivel de actividad.
- Evita premios comerciales llenos de aditivos: opta por snacks naturales.
- No le des comida humana, especialmente alimentos tóxicos como cebolla, ajo, chocolate o lácteos.
Consultar con un veterinario nutricionista puede ayudarte a establecer una dieta personalizada y equilibrada.
5. No estimular su mente ni ofrecerle juego diario
Aunque parezcan tranquilos, los gatos necesitan estímulo mental diario. El aburrimiento prolongado puede generar apatía, agresividad, destructividad o incluso enfermedades por estrés.
Los gatos en interiores, en particular, dependen por completo del tutor para acceder a estímulos adecuados.
¿Qué hacer?
- Juega con tu gato al menos 10–15 minutos por día con juguetes que simulen la caza.
- Alterna entre varitas, pelotas, túneles y cajas.
- Introduce juegos de olfato y desafíos con comida escondida.
- Cambia la disposición de muebles o crea circuitos verticales con repisas.
Un gato estimulado es más sociable, curioso y emocionalmente equilibrado.
6. No proporcionarle rascadores o alternativas para afilar sus uñas
El rascado no es una mala conducta: es una necesidad biológica. Ayuda a mantener las uñas sanas, estirar la musculatura y liberar estrés. Reprimir este comportamiento o no ofrecer alternativas adecuadas solo generará frustración.
Al no tener un rascador, el gato usará lo que tenga a mano: muebles, cortinas o puertas.
¿Qué hacer?
- Coloca rascadores verticales y horizontales en distintas zonas de la casa.
- Elige materiales como sisal, cartón o alfombra áspera.
- Refuerza su uso con catnip o snacks.
- Nunca castigues si rasca un mueble: redirige hacia el objeto adecuado.
Invertir en un buen rascador es invertir en tu casa… y en la felicidad de tu gato.
7. Castigarlo o gritarle
Muchos tutores aún utilizan gritos, regaños o incluso golpes para corregir a sus gatos. Esto no solo es ineficaz, sino que daña profundamente el vínculo y genera miedo, estrés e incluso problemas de comportamiento.
El gato no entiende el castigo humano como los perros. No obedece por imposición, sino por confianza.
¿Qué hacer?
- Refuerza el buen comportamiento en lugar de castigar el malo.
- Usa sonidos suaves, palabras clave y premios como refuerzo positivo.
- Si hace algo indeseado, redirige con un juguete o distracción.
- Sé paciente: el aprendizaje felino es sutil y progresivo.
Educar con respeto fortalece el vínculo y genera un ambiente más armónico.
8. Cambiar bruscamente su entorno o su rutina
Los gatos son animales de hábitos. Cambios repentinos en el espacio, en los horarios o en la forma de interactuar pueden provocar estrés agudo. Esto se manifiesta en forma de maullidos excesivos, agresividad, escondites prolongados o alteraciones fisiológicas.
¿Qué hacer?
- Introduce cambios de forma gradual.
- Anticipa las mudanzas con objetos que le resulten familiares.
- Mantén horarios de alimentación y juego constantes.
- Si incorporas otro animal o persona al hogar, hazlo de forma controlada y respetando su ritmo.
El gato necesita predecibilidad para sentirse seguro. Cuidar su entorno es cuidar su paz mental.
9. No proporcionarle un entorno enriquecido
Vivir entre cuatro paredes sin acceso a estimulación sensorial puede ser emocionalmente empobrecedor para el gato. Aunque viva en interiores, necesita acceso a experiencias variadas.
La falta de enriquecimiento ambiental puede provocar letargo, sobrepeso, ansiedad, marcaje o comportamientos obsesivos.
¿Qué hacer?
- Coloca repisas o árboles para gatos que le permitan trepar.
- Deja acceso a ventanas protegidas para observar el exterior.
- Alterna juguetes, esconde snacks, ofrece cajas o túneles.
- Introduce nuevos olores (menta para gatos, hierbas secas, texturas nuevas).
Un entorno enriquecido prolonga la vida del gato y mejora su calidad desde el primer día.
10. No respetar su espacio ni sus tiempos
Forzar el contacto físico, cargarlo constantemente, molestarlo mientras duerme o no respetar sus límites genera una relación basada en tensión y no en confianza.
El gato necesita autonomía y control sobre su espacio. El respeto mutuo es la base de una buena convivencia.
¿Qué hacer?
- Permite que él decida cuándo acercarse y cuánto contacto quiere.
- Observa su lenguaje corporal: si gira la cabeza, baja las orejas o mueve la cola, necesita espacio.
- Crea zonas de descanso donde nadie lo moleste.
- Nunca obligues el juego ni las caricias.
Cuando se siente respetado, el gato se vuelve más receptivo, más afectivo y más cercano por decisión propia.