Los perros y gatos son mucho más sensibles a nuestro comportamiento de lo que imaginamos. Aunque los amemos y cuidemos con dedicación, hay ciertos gestos cotidianos que, sin darnos cuenta, pueden generarles incomodidad, ansiedad o estrés. Identificar estas acciones es fundamental para construir una convivencia más armoniosa, respetuosa y saludable para todos los miembros del hogar.
Gritar o hablar en tono alto
Los animales no entienden nuestras palabras, pero sí interpretan perfectamente el tono de voz. Elevar la voz, incluso cuando no sea con enojo, puede causarles confusión o miedo. Esto incluye gritar de emoción, durante una llamada telefónica o mientras ves televisión.
Usar un tono calmo y constante ayuda a que tu mascota se sienta segura y entienda mejor tus intenciones.
Mirarlos fijamente a los ojos
Aunque entre humanos mirar a los ojos es una señal de atención o confianza, para muchos animales puede interpretarse como una amenaza. Una mirada directa y prolongada puede hacer que tu perro o gato se incomode, desvíe la vista o incluso reaccione defensivamente.
Es mejor parpadear lentamente o mirar de forma suave si quieres transmitir tranquilidad, especialmente en el caso de los gatos.
Cambiar de rutina con frecuencia
Los animales de compañía dependen de la rutina para sentirse estables. Cambiar constantemente los horarios de comida, los paseos o incluso la ubicación de sus objetos puede generarles inseguridad. La rutina les permite anticipar lo que va a suceder y reduce la ansiedad.
Si necesitas hacer cambios, procura que sean graduales y acompaña cada nueva etapa con afecto y refuerzos positivos.
Abrazarlos cuando no quieren
Aunque los abrazos son una forma humana de demostrar cariño, no todos los perros y muy pocos gatos los disfrutan. Ser sujetados o presionados contra el cuerpo puede hacer que se sientan atrapados o invadidos.
Es mejor observar su lenguaje corporal: si se tensan, apartan la cabeza o intentan escapar, respeta su espacio. A veces, una caricia o una palabra suave vale mucho más.
Ignorar sus señales de incomodidad
Los animales comunican su incomodidad de muchas formas: lamerse los labios, bostezar repetidamente, agachar las orejas, esconderse, maullar o ladrar suave. Si ignoramos estas señales, el estrés puede acumularse.
Aprender a reconocer estos gestos y actuar en consecuencia —como alejarse, darles espacio o cambiar la situación— ayuda a prevenir malestares mayores.
Mantenerlos expuestos a ruidos fuertes
La televisión con volumen alto, música constante, obras en casa o fuegos artificiales son fuentes de estrés frecuentes para las mascotas. Su audición es mucho más sensible que la nuestra, y estos ruidos pueden resultarles invasivos.
Crea un espacio tranquilo y protegido donde puedan refugiarse durante momentos de ruido intenso y evita ambientes sonoros cargados.
No ofrecer tiempo de calidad
Estar en casa no siempre significa compartir tiempo con tu mascota. Si pasas todo el día frente a una pantalla o en tareas, sin interactuar realmente con ella, puede sentirse ignorada o aburrida.
Cinco o diez minutos de juego, caricias o simplemente atención plena hacen una gran diferencia en su bienestar emocional.
Oler a otros animales sin una transición
Los perros y gatos son extremadamente sensibles al olfato. Si llegas a casa oliendo a otros animales, especialmente si no saludas a tu mascota de inmediato, esto puede generar inseguridad o confusión.
Una buena idea es lavarte las manos y cambiarte de ropa si estuviste con otro animal, y acercarte con voz suave para restablecer la confianza.
Moverlos bruscamente mientras duermen
Despertar a tu mascota con un movimiento brusco, un ruido fuerte o un cambio abrupto en su entorno puede causar sobresaltos e incomodidad. El sueño es un momento sagrado para los animales, y debe ser respetado.
Acércate con suavidad, llama por su nombre o toca levemente si necesitas despertarlos o moverlos.
Olvidar que no son humanos
Tratar a tu mascota como si fuera una persona —esperando que entienda tus emociones humanas, aplicando castigos morales o haciendo comparaciones— puede llevar a frustraciones innecesarias.
Ellos tienen su propio lenguaje, sus tiempos y sus formas de relacionarse. Aceptarlos tal como son y aprender de sus señales es la base de una relación sana y equilibrada.
Cambios pequeños, impacto enorme
Muchas veces, reducir el estrés de tu mascota no requiere grandes cambios, sino mayor conciencia de nuestras propias acciones. Observar, respetar y adaptar nuestro comportamiento fortalece el vínculo, mejora la convivencia y demuestra un cariño más profundo y genuino.